martes, 1 de noviembre de 2011

De la importancia de llamarte amigo...

Somos seres sociales, y necesitamos sentirnos queridos importantes para alguien. Necesitamos tener amigos, pero por desgracia hemos devaluado la palabra, hasta el punto de conceder el rango de amigo a seres desconocidos. ¿Quién no ha oído a alguien comentar alguna vez que tiene 700 u 800 amigos en Facebook? Puedes tener grandes amigos sin haberlos visto en tu vida físicamente, obviamente que si. Pero para que auténticos desconocidos consigan el rango de amigo, es necesario un ejercicio por ambas partes de mutua confianza, abrirte a un desconocido, hacerte vulnerable a sus manos y que el haga lo mismo contigo. Se dan casos, y tengo la suerte de tener grandísimos amigos a los que aun no he tenido el placer de conocer físicamente y otros muchos a los que ya he conocido. Pero aunque me alegro por todos los que he conocido, también me ha reportado mucho daño y dolor al abrirme a gente incorrecta. 

   La vida es un riesgo, y si no te arriesgas no puedes decir que has vivido. Pero nos hemos acobardado, o mejor nos han acobardado. Con la excusa de la comodidad, nos han creado redes sociales, para que interactuemos con otros individuos desde la comodidad de nuestros hogares. Debilitándonos como grupo, la sensación de comunidad esta diluyéndose. Cuantos de vosotros que vivís en bloques de pisos ni tan siquiera conocéis a los vecinos con los que compartís edificio; no me negareis que no estas cansados de oír a vuestros abuelos contar que ellos en su juventud no cerraban la puerta y se conocían todos, o incluso hacían verbenas por San Juan con todos los vecinos de la calle; de eso puedo dar fe por que es uno de mis recuerdos de niñez, juntar leña entre todos los niños de la calle y hacer una hoguera por San Juan, y con los rescoldos asar patatas, pimientos, berenjenas, y comerlos. O celebrar la castañada abrigados hasta arriba, si la castañada, no Halloween. Nos homogeneizan, nos exportan fiestas de otros lugares, olvidando las nuestras, nos estandarizan. Nos eliminan la individualidad, para convertirnos en zánganos, en obreros disciplinados y descerebrados. Y nos hacen creer que no estamos solos dotándonos de amigos virtuales, mientras nosotros mismos nos encerramos en casa y nos alejamos de los amigos reales.

  Y es así como a cualquiera llamamos amigo, cuando nunca llorara con nosotros cuando estemos mal, nunca nos hará reír, nunca brindará con nosotros, ni tan siquiera nunca pensara en un nosotros, por que al fin y al cabo solo seremos uno mas de sus amigos virtuales de Facebook o Tuenti  o cualquier otra red social que este en boga en ese momento. Y paradojas de la vida, nosotros creyendo que tenemos muchos amigos, estaremos en realidad, más solos que nunca. Es por eso que debemos recordar a todos aquellos que en algún momento u otro han significado algo para nosotros, aquellos seres que han llorado por nosotros, han reído con nosotros y han estado ahí sin que nosotros se lo dijéramos, por que esa gente realmente si cree en un nosotros. Valoradlos por lo que son, verdaderos amigos. Dadles las gracias por estar en vuestra vida y alegraos de poder formar parte de la suya. Por que os habéis concedido mutuamente el mayor tesoro posible, una verdadera y sincera amistad.

1 comentario:

  1. Estoy completamente de acuerdo contigo. Se han perdido valores y vivencias necesarias para un completo crecimiento como persona. El cara a cara es imprescindible para saber comunicarse y expresarse con los demás, para formar una amistad real. ¿700 amigos en Facebook? ¿Eso qué es? Más bien son 700 perfiles de personas que nunca llegarán a poder convertirse en verdaderos amigos. (Está claro que algunos de ellos sí). Es cierto que la era de la tecnología ha supuesto un avance, pero también un retroceso en cuanto a sociabilidad. Está muy bien, conoces a gente de todas partes, en mayor o menor medida te abres a ellos, incluso es más fácil. Pero también es más fácil el engaño y la falsedad.
    En fin, que todo tiene su parte positiva y negativa y hay que saber dónde están los límites y sobre todo ser coherente con uno mismo.

    Un abrazo, Bei.

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