lunes, 15 de abril de 2013

Del peso del silencio...

Hay silencios que pesan, otros que se agradecen, algunos que deseas que se rompan, otros simplemente que se producen y no sabes por que.

Cuanto más pasa, más me molesta la algarabia, el jaleo. Más anhelo un ambiente tranquilo donde poder entablar tranquilamente una conversación sin que la interrumpan voces estridentemente molestas.

Pero ahora mismo hay un silencio que me pesa como una losa. Un silencio que anhelo que se rompa. Un silencio que quiero que se desvanezca para siempre cuando suene de nuevo tu voz. Pero ahora mismo es ese, llamesmole odioso, silencio es lo mejor que puede suceder para que algun día pueda escuchar de nuevo ese delicioso sonido que es tu voz.

Larga será la espera, y solo con el tiempo sabré si, esa espera, será fructifera o no; lo que tengo muy claro es que por una vez, no puedo dejar que me consuma la impaciencia si no deseo estropearlo. Mi mayor debilidad ha sido la poca fuerza de voluntad que he demostrado en todo este proceso. Si de veras me importa lo que digo que me importa, he de demostrarlo con hechos no con palabras. Las palabras pueden ser muy bonitas y zalameras, pero sin hechos detrás que las respalden, que les den peso, se las puede llevar el viento.

Todo esto que sucede, todo esto que en un principio ví como un castigo, como una tortura, no es más que una prueba que me impone el hado o destino, como prefieras llamarlo. No busco que me reconforten con bacuas palabras que complazcan mi ego, prefiero palabras duramente sinceras que me obliguen a reaccionar. Es una prueba, una lucha, no por tí, sino por mí. La recompensa no es recuperarte, la recompensa es hacerme más fuerte, mas seguro de mi mismo, mejor persona en el fondo. Y si obtengo dicho premio, yo me vere con otros ojos, y tu tambien me veras con otros ojos, porque me veras igual pero cambiado. ¿Habré superado mis miedos si salgo airoso de dicha prueba? ¿Sinceramente? No, pero al menos no me rendiré tan facilmente como ahora, no me acobardaré a las primeras de cambio, y sobretodo no me infravaloraré tanto. Soy mi propio dios, ya va siendo hora pues, que este dios salga del barro y se alce, paulatina y de forma totalmente segura, en toda su majestad...